Foto: Eurosport
Ferran Andrés I @ferranandres
O lo que es lo mismo, ‘Estamos aquí’ traducido del
euskera al idioma patrio. Y tanto que están aquí. La afición del Baskonia
volvió a ser un ejemplo de amor y pasión por el baloncesto y los valores que
emana más allá de la situación de su equipo, que rozó con la yema de los dedos
una final de la Copa siete años después. No me quiero imaginar que hubiera
pasado en los aeropuertos de Loiu o Foronda hubiera derrotado al todopoderoso
campeón Real Madrid y se hubiera metido en la final. Y estuvieron muy cerquita
de hacerlo, lo que hubiera supuesto la segunda victoria en 15 días al equipo
blanco, un hecho nada desdeñable y más si hablamos de un equipo con hasta 4
caras nuevas más el entrenador.
La fiesta si hubiera
multiplicado si llega a suceder. Y mira que era difícil porque la hinchada
alavesa la lió pero bien, en el buen sentido de la palabra. Desde María Pita,
pasando por Plaza de Pontevedra y hasta el Coliseum, en el sur de la ciudad
coruñesa. No conocen otra manera. Conciben la Copa como una fiesta dónde
disfrutar del baloncesto, reencontrarse con amigos de otras aficiones, o
hacerlos nuevos tampoco hay problema en ello, y dejarse la piel por los suyos.
Y claro cómo la Copa es la fiesta del basket español, pues ellos son los reyes.
El otro día un aficionado
del Valencia Basket me enseñaba, con una expresión que rayaba entre la sorpresa
y la más absoluta admiración, un vídeo dónde la afición baskonista cantaba
incansablemente tras perder en el Palacio de los Deportes de Madrid por !!19
puntos!! Ante el equipo anfitrión. Yo no estuve en esa Copa pero si en la de
2006, también en la capital, y allí, mientras el equipo entonces también
dirigido por Velimir Perasovic se alzaba con el título, empezó una especie de
mito y adjetivo positivo que durante los años he podido ir refrendando al
tiempo que aumentaba mi admiración por una forma de sentir y vivir el
baloncesto y un equipo en vías de extinción hoy en día. La Copa es más
divertida con la buena gente del Álava.
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